Todo empezó el lunes, sin aviso previo, a las 4 de la tarde me abordaba un grupo de alumnas histéricas preguntando si se suspendían las clases como lo habían hecho algunas escuelas primarias. Odio no saber las respuestas -casi nunca me pasa, no- por lo que mi actitud fue escéptica: "¿Suspender clases? Naaaah, no creo". Casi me toca un golpe...
Cuando entré a la oficina debí grabarlo: Desarrollo Académico era la locura, todos hablaban de la tragedia por venir, de aquel Huracán que presagiaba la hecatombe. Por 2 horas, estuvimos siguiendo en internet -de nuevo la tecnología informativa se hace presente- la trayectoria del ya para ese momento, estimado Stan: Se acerca/ No, ya se desvió/ No, que ya se regresó/ Que siempre sí se acerca...
Y nada, que para las 7 de la noche del lunes nos habían avisado que se suspendían actividades martes y miércoles. Pero eso no fue lo mejor: el cierre fue sabiamente ejecutado por un maestro de Fotografía: "€nna: es que lo que nadie sabe es que el huracán va a entrar por Laguna Verde". Lo justo para que casi cualquier persona cuerda se atemorice.
La gente estaba desesperada. Las compras de pánico estuvieron a la orden: velas, enlatados, lámparas y pilas se agotaron.
Y podría seguir, pero prometí que esto sería breve.
El verdadero impacto de todo esto me llegó hoy: varios amigos y compañeros de trabajo sí fueron afectados. Los ríos y canales se desbordaron inundando todo. Fueron evacuados por el ejército y hasta el momento, siguen sin poder entrar a sus casas. Tal vez sea que se va perdiendo la capacidad de asombro, pero verlo ya tan de cerca, no es agradable.
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Y algo que no tiene nada que ver (¿o sí?):
BIEN, ASÍ ES LA COSA…
a veces cuando todo parece ir de mal
en peor
cuando todo conspira
y corroe
y las horas, días, semanas años
parecen desperdiciados-
tendido sobre mi cama
en la oscuridad
mirando hacia el techo
concibo lo que muchos considerarán un
detestable pensamiento:
aún es agradable ser Bukowski.