Ya conozco esos síntomas a los que tanto miedo tengo: despertarme a las 3 ó 4 de la mañana para pensar en sus grandes ojos que me miran curiosos, en su cabello chino y corto, corto; en su gran y honesta sonrisa... odio cuando viene para robarse mi sueño.
Pero el odio se borra cuando al otro día me dice que soñó conmigo y los mechones rojos en el pelo que hace tanto tiempo usé.