noviembre 08, 2005

Triste destino el tuyo

Va un breve post ya que tengo encima a la Carmela exigiendo que elabore preguntas para una evaluación de los Colegios Calasancios, pero tengo que aprovechar la inspiración, así que ahí va un primer borrador.

**********

Tal vez esta sea una maldición que todos los humanos cargamos, puede que unos más que otros, pero en definitiva, no podemos huir ni correr de ella; por el contrario, mientras más pasa el tiempo, más evidenciable resulta: los hijos, eventualmente, nos convertimos en lo que más odiamos de nuestros padres.

A ver, a ver, para no ser mal interpretada, pongo un ejemplo:

Madre absorta jugando Neopets: "EnNa, por cierto, te tengo que decir que... (silencio) ... (continúa)... (-) ... (y continúa)..."
Mentirosilla desesperada: "¿¿Que qué mamáaaa??"
Madre absorta ausente del mundo real: "¿Eh?, ¿que qué qué?"
Mentirosilla exasperada: "Me estabas diciendo algo..."
Madre que por fin retira la vista del monitor: "¿¿¿Yooo??? Mmmhh ya se me olvidó"

Como ese ejemplo, podría mencionar las tantas veces en las que en un intento por llamar a uno de sus hijos, el padre recita a los 8 hermanos y hasta al perro, con excepción del que quería inicialmente, o -aahh esta es una de mis favoritas- cómo la hija siempre criticó a su madre por ser excesivamente servicial con el papá al grado de ponerle talquito en los pies tooodas las mañanas...

Y sin embargo, acabamos repitiendo el patrón: nos convertimos, sutil, suave, lentamente en nuestra progenitora (progenitor en el peor de los casos jiji), y flaqueamos ante esta transición en la que desandamos (¿?) lo andado, padeciendo una falsa resignación.

Sólo quiero cerrar esta profunda reflexión diciendo que ... ... ... ...