mayo 28, 2005

Sagacidades...

Mi teoría es que mientras más breve sea tu post, más personas pondrán comentarios...

Va la prueba.

mayo 27, 2005

Me gustas más de lejos

Hoy te volví a ver, una de esas casualidades causales;
y me dí cuenta de que me sigues gustando,
pero te prefiero lejos.

Ellas y Zara

La llegada de la tienda Zara a Veracruz, realmente fue en su momento, un verdadero acontecimiento. Quién iba a pensar que una tienda prestigiosa, de ropa tan exclusiva y a la última moda de las pasarelas internacionales se establecería en Veracruz. Las mujeres de la localidad se precipitaron a ver la ropa de tan prestigiada marca, cuyos precios inclusive, aparecen en las etiquetas con las banderas y monedas de diversos países (aunque hayan sido maquiladas en la India con pagas deplorables a la mano de obra; eso es otro cuento).

Estar en el local en sí, aunque no se compre nada, constituye otra forma de ver, y ser visto (como citaba cierto medio jarocho hace algunos años). Mujer que no ha sido vista en Zara, simplemente, no existe.

Derivado de ello, hoy existe una nueva modalidad en mi entorno para ser vista, existir y pertenecer. Cambiar las bolsas, morrales, mochilas o demás objetos que tienen la misma utilidad, por bolsas de Zara. Para quien las conoce, esto puede resultar sorprendente. Pero sí, efectivamente, son bolsas de papel color azul tenue, y en ambas caras se lee en letras doradas: ZARA.

El estatus que este pedazo de papel y letras de oro imprimen a la orgullosa portadora, es indescriptible. Ella, camina entre nubes con su bolsita en la mano -aquí vale la pena acotar que mientras más grande sea ésta, mucho mayor será la autoconfianza de la portadora-, sabiendo que en la mano carga la más importante credencial de entrada al Olimpo; sabiendo que los reflectores apuntan hacia su persona; teniendo la certeza y esperanza de que las demás mujeres la envidien, de que los hombres la admiren; denotando ante sí misma y los demás, la exquisitez de poder comprar en Zara...

... aún a sabiendas de que los $99.90 de aquella blusita roja, resultaron una buena inversión. Bueno, sólo hasta que la bolsa se rompa.

mayo 19, 2005

19 de mayo, 2003

Hoy me tomo unos minutos para celebrar. Hace 2 años naciste Aitana; un lunes 19 de mayo a las 7:26 llegaste a nuestras vidas. La noche había sido pesada, pues las contracciones llegaron a doler tanto que ya no eran graciosas. Toda la familia estaba aquí, pues habían venido a celebrar los 15 años de Fernanda.

No puedo mentir, me dio mucho miedo cuando me metieron al quirófano. Era como en las películas: todo muy limpio, luces en el techo que avanzaban, enfermeras cuyas caras no recuerdo y los doctores. Un simpático anestesista me explicaba todo lo que pasaba, la anestesia en la columna, el calorcito, el adormecimiento... y dejé de tener sensibilidad. El mismo anestesista me iba narrando todo, yo sólo sentía jalones. Por momentos, me sentí como Bart y Lisa preguntando a Homero: ¿Ya?, ¿ya llegamos a parque Krusty?, ¿ya llegamos?... ¿ya Doctor?

De pronto, escuché sonidos raros, no era tu llanto, eras tú anunciando que ya estabas aquí. Ahí comenzaron las prisas y yo a llorar. Lo más extraño es que sólo me dejaron verte dos, SÍ, dos injustos segundos y te llevaron a limpiarte. A pesar de ese poco tiempo, pude apreciar tus ojos, aquellos ojos que durante todo mi embarazo recé porque fueran azules como los de tu primita María Isabel; aquellos que cuando descubrí que eran cafés como los míos, comencé a adorar.

Ahí fue cuando comenzaste a llorar, tus abuelitos dicen que los chillidos se escuchaban hasta afuera del quirófano. Hasta la fecha, nadie se ha preocupado por que no tengas los pulmones bien desarrollados. Yo, me quedé padeciendo las consecuencias de la anestesia, y me llevaron al cuarto. Aún recuerdo la cara de mi madre cuando me vió, la misma cara que supongo tendré yo cuando tú seas mamá.

¡Ah! Algo mágico sucedió. Cuando las enfermeras te llevaban a los cuneros ibas llorando, pero la metiche de la tía Fernanda interceptó a la pobre enfermera y te comenzó a hablar: tú, te quedaste callada y la observaste. Así, aún dentro de la incubadora a la que te metieron unos minutos, cuando tía Fernanda te hablaba, tú simplemente guardabas silencio y la observabas. Desde entonces creo que esa relación apache tan especial que tienen durará para siempre.

Hoy, no puedo creer que ya tengas dos años, que me contestes "Sí mamá" cuando te digo algo (aunque no obedezcas), que ya te sepas las vocales y algunos números, que veas la tele con la pierna cruzada y que seas la niña más golpeadora de tu salón con un récord de 4 niños violentados en el mismo día... hoy sólo sé que eres mi eje, el sentido de mi vida.

Que tengas un feliz cumpleaños número 2.

mayo 04, 2005

Sobre el mal gusto...

A partir de hoy dejé de contar cuántas veces he escuchado el famoso: -Enna, ¿estás engordandoooo?

Resulta curioso cómo mi reacción ante este tipo de comentarios ha madurado al mismo ritmo que mi obstinada reticencia a guardar silencio ante los emisores de comentarios tan sagaces como éste. Hace algunos ayeres -que ya suenan a años luz - el comentario me resultaba un tanto impersonal, y es que en realidad no lo recibía muy frecuentemente.

Todo fue paz y felicidad con el mundo, hasta que la vida me permitió hacer real el milagro de la vida: Aitana crecía y los comentarios eran más frecuentes: "Ahora sí que está creciendo ese bebé", "Vaya, hasta que te veo más rellenita", muchísimos "Hola gordis" y un inolvidable: "Uy, ahora sí va a estar difícil que regreses a lo que eras". Naturalmente a la defensiva, me apropié de una amable contestación: "YO, por lo menos tengo pretexto" hasta que fui reprendida por agresiva -culpa de las hormonas-...

Así el panorama, el punto es que no entiendo la finalidad de este tipo de comentarios; sea la intencionalidad que sea, en realidad no aportan mucho al gordito (@) en cuestión. Declaraciones como : "Nel, qué weba hacer ejercicio", "Sobre las dietas: ¡ni loco como atún!" o "Ni modo, ya me resigné a ser una gordita feliz", me siguen llevando a la misma conclusión: somos como somos, ya sea consecuencia de los ritmos de vida, la glotonería o la misma genética.

Lo más curioso de todo este asunto, es que las personas que tienden a hacer estas observaciones, son las que más padecen de sobrepeso, es decir, están más rellenitos que la infeliz víctima del ataque.

Conclusión [tipo programa de Cristina]: si eres de los que lo hace, don't do it, a menos que la intención sea joderle el día al prójimo. Si lo es, felicidades, habrás logrado tu cometido.