junio 19, 2011

Viernes sin recreo

El jueves nos castigaron de nuevo: no salir a recreo al día siguiente. ¿El motivo?


"Durante el recreo de hoy Aitana le pegó a un compañerito de 3ero. (ella va en 2do.) ya que el niño sin querer les dio un pelotazo a sus dos amigas. Fue un accidente, pero Aitana se encargó de perseguirlo y golpearlo en cuanto lo alcanzó. Dos maestras vieron todo. Le pedimos hablar con ella".


El castigo, como ya se ha comentado anteriormente, fue el día siguiente sin recreo y una reprimenda obligada por todo ser vivo de La Comarca. Y hoy mientras me baño, pienso... ¿quién la nombró defensora de las otras chiquillas?


Y entonces, tengo un flashback. 1993, Veracruz, Colegio La Salle. La escena comienza con un  close-up a Carolina. Muchachilla del salón que permanente molestaba a mi mejor amiga, M. Y mi mejor amiga, siempre ha sido demasiado buena, tranquila y yo creo que por eso constantemente era el blanco de comentarios con ese estilo puberta-mamona que podía resultar bastante hiriente. En la prepa la violencia entre mujeres ya no se manifiesta de manera física: puede ser mucho peor.


Así, un día decidí que ya estaba bueno de que esta mujer se aferrara con M. Por eso, aprovechando una dinámica en clase de la Mtra. Vaca (dinámica que hoy sé es bastante delicada y peligrosa) decidí desquitarme de Carolina. Mi arma: saber que la niña en cuestión ya tenía vida sexual con su noviecito. Recordemos que era 1993 y todo era mucho más velado que ahora. 


Determinada, rompí un pedazo de hoja de mi libreta lasallista. Tomé mi pluma roja, y puse: "¿Es cierto que ya no eres señorita?". Se lo enseñé a M. y R., nos reímos, sabíamos que eso era una bomba. Una bomba que no nos explotaría a nosotras, porque los papelitos eran anónimos y cuando la maestra lo leyera enfrente de toooodo el salón, nadie sospecharía quién sería el/la culpable -seguro pensarían que sería un niño, ¡son tan pesados a esa edad!-.


Escribí por fuera del papel "Carolina" y se lo dí al encargado de recibir las preguntas, Mateo. Pero Mateo debió ver algo en mi rostro angelical. No confió, abrió el papelito... y lo leyó. Comenzó a caminar... y no se dirigió a la Maestra, sino que caminó directamente hacia Carolina; yo sentía cómo mi corazón comenzaba a latir más rápidamente. Y pasó lo que tenía que pasar, Mateo le dio el papelito a la destinataria de mi broma, quien con rapidez lo leyó. Su cara cambió... sus ojos se abrieron mucho más y entonces, se dirigió a Mateo. Mateo... maldito Mateo... después de murmurar algo, señaló hacia mí. Y entonces, ella, la mujer mala, la asesina, la perra potencial con más años y kilos que yo, buscó lenta, cautelosa y fríamente mi mirada. La sostuvo... y nunca más volvió a molestar a M.


La gran diferencia... nunca me dejaron sin recreo.



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