Soy miedosa aunque según mis creencias, no soy una miedosa común y corriente. No le tengo miedo al coco. Tampoco a los monstruos que salen cuando apago la luz. No temo a los fantasmas ni a las arañas, mucho menos a la Ley SOPA.
Sin embargo, confieso que hay algo a lo que le tengo pavor. Un pavor incontrolable.
Todos los días a la hora de la salida de la escuela he de repetirlo: Aitana, ¿trajiste el suéter? Normalmente la respuesta es dudosa. Mira al interior de la mochila y dice que sí... no obstante, ya van 3 suéteres perdidos. Pero no. No tengo miedo a que los pierda.
Los escabrosos días en que la respuesta es: "No, mamá. No lo traigo" mi cielo se nubla repentinamente. Salen rayos, truenos, centellas. Gusanos y cucarachas emergen de la tierra para reirse de mí. Se burlan sin piedad mientras me miran. Pueden oler mi miedo.
Por mi parte, sé que no hay de otra: enfrentarme a la bolsa negra. Es curioso porque en mi rodar por escuelas -muchas-, nunca vi algo similar. En la Dirección del colegio, a un lado de la caja, en un lugar antes invisible para mí, se encuentra la bolsa negra. Cerrada. Anudada. Conteniendo en su interior los objetos, decenas, causantes de mi terror y aversión.
Esas decenas terroríficas son nada más y nada menos que los suéteres perdidos de los niños de todos los grados del colegio. Decenas que fueron olvidadas en el patio, en el salón, en el baño, la tiendita... todos ellos son historias que al morir, se pudrieron, descompusieron y hoy están ahí como una especie de cementerio cosido a máquina. Abro la bolsa. El fétido olor llega a mi nariz junto con la desesperación por encontrar pronto el cadáver azul marino que cubre el frío de mi olvidadiza hija. Y sí, los tengo que tocar. Fríos se mueven al ritmo de mis ya asustadas manos. Olor- peste- olvido- microbios... procuro no pensar ni brincar cuando por fin, encuentro al vástago perdido. Regresa a mis brazos, arrepentido y yo huyo de la escena prometiéndome, una vez más, que jamás volveré a meter mis manos ahí.
Pd. Pero me olvido de mis miedos. Celebro mi primer post desde una hermosa iPad 2 mientras me pregunto con sinceridad, ¿cómo pude vivir tantos años de mi vida sin ella?
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