Día 1. Lunes.
Hoy te ví por primera vez. Dormías tan plácidamente que te envidié. Y es que dormir en una situación así, con tantos autos y camiones, transeúntes y bichos circulando tan cerca, no es muy común. Tu posición tampoco era idónea para un descanso tan merecido como el que parecías tener: estabas en un camellón inclinado, con la cabeza hacia abajo y el cuerpo hacia arriba, por un momento creí verte sonreír. Yo seguí circulando, y en mi retrovisor pude ver en tu cuerpo signos de una reciente maternidad [Mi cuerpo valiente parió a su pariente]. Me alegro por tí; sigo mi camino.
Día 2. Martes.
Qué triste inicio de una relación, hoy me doy cuenta de que en realidad no dormías. Sigues ahí, en la misma posición, con el mismo rostro apacible de ayer. Ya es de noche y aún no puedo dejar de pensar en tí.
Día 3. Miércoles.
Alguien se compadeció: por salud y por lástima un saco de cal fue regado sobre tu cuerpo. Ya no veo tu sonrisa ni tu cuerpo color miel. Sólo un montón de polvo blanco, que por momentos me parece azúcar, y lo que parecen restos de un saco de papel. Sigo pensando en tí y en lo que eres, te llamaré Camila.
Día 4. Jueves.
No puedo creer que sigas ahí. Eres una pirámide de polvo blanco en un camellón ¿alguien más aparte de mí lo notará? Al pasar cerca, el morbo me obliga a mirar: un muslo se asoma entre la blancura, el cabello color miel sigue ahí. TÚ sigues ahí... los autos, camiones, transeúntes y bichos siguen su camino.
Día 5. Viernes.
Pobre Camila. Al doblar en la Avenida, pienso si seguirás ahí, mi ser optimista por naturaleza espera que no, pero ahí te veo; hoy más que nunca eres un mausoleo dedicado a la rutina. Te has convertido en parte del paisaje. La suerte del color rojo del semáforo me detiene a unos metros de tí. Me da miedo acercarme demasiado, prefiero detenerme a ver cómo un naval, con su uniforme blanco irónicamente parecido al que ahora tú vistes, te observa con desdén, no repara en tu no-existencia, prefiere aguantar la respiración y seguir con su camino. La luz cambia a verde. Yo huyo, aunque no puedo evitar voltear a verte por el retrovisor. El muslo tiene puntos negros, tu cabello color miel ya no es tuyo, los bichos ya no siguen su camino.
Hoy te ví por primera vez. Dormías tan plácidamente que te envidié. Y es que dormir en una situación así, con tantos autos y camiones, transeúntes y bichos circulando tan cerca, no es muy común. Tu posición tampoco era idónea para un descanso tan merecido como el que parecías tener: estabas en un camellón inclinado, con la cabeza hacia abajo y el cuerpo hacia arriba, por un momento creí verte sonreír. Yo seguí circulando, y en mi retrovisor pude ver en tu cuerpo signos de una reciente maternidad [Mi cuerpo valiente parió a su pariente]. Me alegro por tí; sigo mi camino.
Día 2. Martes.
Qué triste inicio de una relación, hoy me doy cuenta de que en realidad no dormías. Sigues ahí, en la misma posición, con el mismo rostro apacible de ayer. Ya es de noche y aún no puedo dejar de pensar en tí.
Día 3. Miércoles.
Alguien se compadeció: por salud y por lástima un saco de cal fue regado sobre tu cuerpo. Ya no veo tu sonrisa ni tu cuerpo color miel. Sólo un montón de polvo blanco, que por momentos me parece azúcar, y lo que parecen restos de un saco de papel. Sigo pensando en tí y en lo que eres, te llamaré Camila.
Día 4. Jueves.
No puedo creer que sigas ahí. Eres una pirámide de polvo blanco en un camellón ¿alguien más aparte de mí lo notará? Al pasar cerca, el morbo me obliga a mirar: un muslo se asoma entre la blancura, el cabello color miel sigue ahí. TÚ sigues ahí... los autos, camiones, transeúntes y bichos siguen su camino.
Día 5. Viernes.
Pobre Camila. Al doblar en la Avenida, pienso si seguirás ahí, mi ser optimista por naturaleza espera que no, pero ahí te veo; hoy más que nunca eres un mausoleo dedicado a la rutina. Te has convertido en parte del paisaje. La suerte del color rojo del semáforo me detiene a unos metros de tí. Me da miedo acercarme demasiado, prefiero detenerme a ver cómo un naval, con su uniforme blanco irónicamente parecido al que ahora tú vistes, te observa con desdén, no repara en tu no-existencia, prefiere aguantar la respiración y seguir con su camino. La luz cambia a verde. Yo huyo, aunque no puedo evitar voltear a verte por el retrovisor. El muslo tiene puntos negros, tu cabello color miel ya no es tuyo, los bichos ya no siguen su camino.
2 comentarios:
Hola Enna.
Antes que nada dejame compartir mi admiración por la forma en que escribes. Es muy sabroso el saborear recuerdos y sentimientos como los que describes. También te felicito por hacer un alto y mirar "de nuevo" lo que nos rodea. Es una desgracia que nuestra capacidad de asombro esté desapareciendo. Otra de las razones por las me gustó la historia es por el tinte macabro que le sentí. Me recordó a Poe.
Seguimos en contacto.
Bye.
"Tú (Camila) sigues ahí... los autos, camiones, transeúntes y bichos siguen su camino", escribes en este agridulce relato que parece podría terminar en el principio, en ese momento donde por fin vemos algo que, antes, solamente mirábamos ("Hoy te vi por primera vez"....).
Amie, no sé en realidad que cruda, franca y, a la vez, suave musa inspiró este diario de una tal Camila, tan cercana y lejana para todos. Una verdadera bitácora de los encuentros y los desencuentros cotidianos. Porque, a mi parecer, en tu relato (y de paso me uno de una buena vez -¡en primerísima fila!- entre los que aprecian, admiran y disfrutan mucho el talento que tienes para escribir), detrás de la historia de esas tantas Camilas que simulamos no ver cada día, en realidad se esconde una voz más amplia que logra plasmar uno de esos pedazos ambivalentes de la condición de los seres humanos en su caminar cotidiano: el conocimiento y el desconocimiento, el encuentro y el desencuentro, la esperanza y la desilusión. (¿Acaso casi todas las relaciones de los seres humanos tienen que transitar por el mismo proceso de Camila? ¿Primero, en los lunes de nuestros calendarios, llenamos de primavera el corazón para terminar finalizando en esos amargos viernes de invierno donde, después del conocimiento, llega el desconocimiento y la desilusión y las ganas enormes de huir?)
Un abrazo mon amie
Román
P.D.Sigo leyendo...
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