junio 20, 2005

El vals que me toquen

En México no hay nada parecido a una celebración de XV años:
los globos, el pastel de 3 pisos, los invitados y por supuesto, la quinceañera.
Muy a pesar de todo esto, hay alguien muy importante que se encarga de realzar la celebración: el Chambelán.

El Chambelán es el héroe sin corona de la fiesta y aquí va mi justificación:
- En primer lugar, no es el primer valiente al que la quinceañera consideró, muy probablemente (hasta lo he comprobado estadísticamente) es el último caballero en el que la princesa soñó, pero el único que aceptó el reto de ser el acompañante y bailarín oficial.
- Aprenderse un vals no debe ser tarea fácil, mucho menos para un adolescente que por momentos, tiene que elegir entre la disyuntiva de ser un bailarín del Bolshoi o un chico Ragazzi -bueno, en realidad no hay disyuntiva, en cualquiera hay que hacerla de afeminado, la diferencia son las mallas.
- "Cuando bailen, deben sonreir" ¿cómo olvidar las palabras del coreógrafo?, ¿cómo omitir esa recomendación? Claro, para la quinceañera es fácil, ella es el centro de atención, las miradas se centran en su persona... mientas el Chambelán, tiene que disimular con muchos trabajos, el 1, 2, 3 que lleva en la mente.
- Por último, y tal vez esto sea lo más grave, es que al pobre muchacho, se le PIDE cargar a la damisela. Nadie ha pensado la complicación que es intentar cargar a una chica que, de una manera u otra, hará poses sugestivas -para un adolescente hasta una mujer de pie está en pose sugestiva-. ¿Cómo cargarla cuando enfrente tienes la mirada de su padre, tíos, primos, hermanos y hasta vecinos? ¿Cómo omitir un error de "toque" entre prisas e intimidaciones reprobatorias?

A todo esto, hay que agregar que actualmente está de moda que no sólo haya un vals, sino que bailen hasta un "Like a Virgin" (?) o inclusive un RBD, dependiendo de los gustos musicales de la celebrada y el chavo gay a cargo de la coreografía. La caracterización del valiente será acorde también al tema. Es por todo esto que hoy, reconozco la labor y esfuerzo del Changolán, digo Chambelán, haciendo énfasis en los esfuerzos y el empeño que él (o ellos) pone para sacar a flote la fiesta y propongo la institucionalización y sindicalización de esta importante labor de nuestros jóvenes mexicanos.

PD- Y todo para que al final de la fiesta, la canija quinceañera se vaya con el galán de su vida, dejando a nuestro pobre héroe desconsolado.

Va dedicado al Chambelán que todos llevamos dentro.

7 comentarios:

Josue dijo...

Que puedo decirte.. muy buena tu reflexion.. por fortuna nunca me toco ser chambelan.. asi que.. me libre de todas aquellas situaciones..

SirenNa dijo...

Mmmhh y eso que no mencioné a las quinceañeras gorditas, digo, para darle más emoción a la parte de los pasos en los que cargan a la quinceañera.

ashestoashes dijo...

Chale, me hiciste regresar al 91 era mi hermana y nunca podré quemar esas fotos, máldita sea -13años y ya quemado-...mi vida entre fotografías se guardan y se olvidan porque dicen la veerdad, dicen la verdad.JMB...

SirenNa dijo...

Bueno JMB lo hiciste por tu hermana, eso es válido... creo ;) jejejeje.

Publica las fotos en tu blog ¿no?

ashestoashes dijo...

no, pues va a a ser que no con lo de las fotos... y el topo seguro que en el chopo asoma su cabeza

SirenNa dijo...

Rafael y Joy, insisto, me faltan fotos para "adornar" mi post, serán bien recibidas :P

RomáN dijo...

¡Es verdad Rafael, este post clama venganza!
¡Sin duda algo peor que el crimen es tener la certeza que quedaron evidencias! Ahí están las, acaso, decenas de fotos que congelaron e inmortalizaron para la posteridad y las futuras generaciones esas caras de púberes azoradas y con la sonrisa forzada -ensopadas en smokings o trajes- que mal posan ante los flashazos inmisericordes. Álbumes enteros que, en esas infaltables y delicadas reuniones de las tribus familiares, son desenterrados para ser exhibidos sin la menor piedad ante los ojos de propios y extraños y sin la menor consideración al exchambelán que, en el tiempo actual, -rojo hasta las orejas- no sabe si reír, llorar o suicidarse al mirar aquéllas imágenes y preguntarse mil, dos mil o cien mil veces: "¡cómo pude haber hecho eso!"