El ocio sigue siendo la madre

Y sí. Sin querer hicimos un experimento social que dejó demostrado que éstas, tienen un fuerte impacto en la vida real de los individuos.

Fue así que estando aburridos, Lcito y yo decidimos casarnos en Facebook. Desde hace mucho tiempo yo tenía esa idea, pero la verdad, quería casarme con alguien con quien a primera vista, se viese como algo ridículo e inclusive imposible. La neta, la neta quería casarme con una mujer jeje, pero me dio pena pedirle matrimonio a alguna y las de confianza, ya están apartadas.

Y para nosotros fue así. Lcito me agregó como esposa y yo, plácidamente lo acepté.

Acepté y tranquilamente me fui a comer. Dos horas. Dos horas bastaron para que eso se hiciera un desmadre. Cuando regresé -ya ni me acordaba por supuesto- llegué a encontrar más de 12 mensajes. Unos diciendo: What? Otros enviando sus mejores deseos, y algunos más reclamando por qué no fueron invitados a la boda, o ya de perdis, avisados.

Nos reimos y entonces, le pedí a L el divorcio (duré casada menos que Britney Spears...) y me retiré tranquila.

Pero no sospechaba que en mi casa ya se había armado el desmadre. Mis tías, personajes ubicados en diversos puntos de la República Mexicana, ya habían llamado. Histéricas, alteradas, molestas, inquietas. ¡¿Cómo que se casó?!

En fin... muchos minutos de Larga Distancia fueron invertidos en aclarar la penosa situación.

Y por eso (y más)... yo no me caso...